Un ruido horrible. Me despierto muy asustado. Me queman los brazos y la cara, me sangra. No hay vidrios en las ventanas, están en el piso de mi cuarto. Quiero llorar pero no me sale así que corro y busco a mamá. No está en su cama, ni en el living, ni en la cocina. Está en el balcón. Ahora sí, lloro. Mamá me ve y me abraza fuerte, muy fuerte, tanto que me duele y me quejo. Creo que se da cuenta de que me sangran los brazos recién en ese momento. Me lleva corriendo al baño y me pone el líquido amarillo que tanto odio y tanto arde. Quiero saber qué pasa pero no me dice nada y no me animo a preguntar.
Mamá parece asustada y me asusto todavía más. Me lleva a mi cuarto y empieza a agarrar mi ropa y ponerla en el bolso de Los Simpsons que me regaló el Abuelo para mi cumpleaños. Me agarra de la mano, sin hablarme ni mirarme, cosa que me preocupa, y vamos a la cocina. Tampoco hay vidrios en la ventana que da al pulmón del edificio. No entiendo por qué le decimos pulmón, no respira, es solo un agujero del que mamá me dice que siempre me aleje.
Me quedo mirando un rato por esa ventana, mientras mamá corre hacia el baño, su habitación, vuelve a la cocina y empieza otra vez a recorrer el departamento como si buscara algo. Me distraigo pensando qué puede ser lo que pasó para que hallan tantas sirenas, de bomberos, policía y ambulancias. Me parece como si estuviera en una película pero no voy a decir nada porque siempre recibo retos de los adultos. incluída mi mamá, de que la “ficción no es real”. A mi me gusta sentir que mi vida es una película y que pueden pasar cosas increíbles.
Cuando me doy cuenta estoy en las escaleras, corriendo con la cartera de mamá en los brazos (ella leva mi bolso). El ascensor está cerrado y el portero nos pide que no lo usemos por seguridad. Mi mamá entiende el por qué rápido y me arrastra al primer subsuelo, donde guardamos el auto. Subimos en silencio, en realidad sin hablarnos, porque hace bastante ruido al respirar, y prende el auto. Cuando me acomoda bien el cinturón de seguridad, por primera vez en el día me pregunta si estoy bien. Respondo que sí porque no me animo a decirle que me esta matando la intriga y que me gustaría saber que esta pasando y que va a pasar después. Se da vuelta y arranca.
Salimos del estacionamiento y me doy cuenta de que la calle de mi casa esta llena de gente. Me parece raro, porque no hay muchos lugares donde la gente trabaje vestida de traje o muy arreglada, como veo que hay muchos. Seguro que hay alguna reunión, quiero creer. Les miro las caras, muchos estan llorando y van arrodillandose, como si no tuvieran fuerzas para quedarse parados. Algo mas esta pasando. Nos pasan tres ambulancias muy rápido por el costado y entonces miro para atrás.
Está todo negro, hay por lo menos 20 patrulleros, bomberos y ambulancias estacionadas en frente del edificio, ese edificio que ya no es un edificio porque se callo y ahora es solo pedazos de cemento negros acumulados en el piso. La gente está agrupada en la vereda de en frente donde alguien, supongo que la policía, puso de esas cintas amarillas que dicen “peligro” para evitar que se acerquen al lugar destruído. Esto sí se parece a una película, no pueden decirme que no. Lo único que reconozco es que, por el miedo que siento a través de las expresiones de la gente y de mamá, lo que pasa no es increíble, sino horrible.
Ahora sé lo que pasó a la mañana, pero no logro entender por qué. No puedo pensar en que alguien quiera matarse junto con otras personas inocentes. Estoy muy cansado, fueron 4 horas de viaje por una ruta llena de autos que no avanzaban más. Mañana espero poder hablar con mamá, o mas que hablar, darle un abrazo, porque sé que me estuvo evitando para no tener que enfrentar el miedo que sintió y que noto que siente. Por suerte mi tío nos va a saber entretener y así vamos a pensar en otra cosa que no sea el desastre que pasó en la esquina de mi casa este 18 de julio.